La guerrilla social.
Agradecimientos.
La historia del maquis es la historia del maquis. Esta redundancia hay que saber entenderla como fina lluvia que cala por
perseverancia ante el silencio, es además lucha interna y hacer político, situación histórica y discurso del presente.
Los guerrilleros antifranquistas, los maquis, fueron abandonados, como toda la República, por las potencias aliadas ganadoras
de la II Guerra Mundial, fueron también desactivados por el partido que les dio cobertura, fueron olvidados por los dirigentes
de la llamada Transición, fueron ninguneados por múltiples colectivos sociales y culturales, escasísimamente atendidos por los
sectores académicos, y corren el peligro de convertirse en una anécdota de la historia, devorados por la vorágine de la escritura
y los diversos y numerosos discursos sobre la Guerra Civil, sobre la II Guerra Mundial, los campos de concentración, y sobre la
oscura y sangrante posguerra. Cada vez les cuesta más encontrar un espacio, el suyo y tener su propio margen de visibilidad.
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Da la impresión de que el estado natural del maquis, su tiempo y su semblanza, es el del
rumor y el del silencio. El de incursiones puntuales y llamativas en la realidad del día
a día, difícilmente el de su presencia continuada dentro de la realidad histórica que nos
ocupa y que nos debiera de preocupar, a pesar de que lo que le correspondería por su
ingente dimensión, en tiempo, espacio y gentes, es el de una fija y firme proyección en
la memoria y en los planes educativos.
En estos recientes tiempos pasados, su memoria en mesas, jornadas, exposiciones, libros,
novelas, películas o documentales, cobra sentido y forma última cuando se erigió, precisamente
en Cuenca, en 1991 en Santa Cruz de Moya, el monumento a los guerrilleros y se declaró desde
1988 el primer domingo de octubre como efemérides de su reconocimiento. Pero claro, acordada
por ellos mismos, fundamentalmente por ellos mismos, por sus asociaciones de excombatientes.
Fueron ellos quienes asumieron la visibilidad de su silencio, ese silencio roto que da título
a una estupenda película de Montxo Almendáriz, y a un libro de Fernanda Romeu. Y con ello
volvemos al inicio de estas líneas, de estas palabras. La historia del maquis la ha tenido que
revivir el propio maquis. ¡Con todo lo que hicieron! Y, sobre todo, ¡por todo lo que
lo hicieron! Es increíble.
¿Y por qué?.
Pues porque el maquis no ha podido ser instrumentalizado como un recurso identitario nacional,
aunque sí, curiosamente se han servido de él para edulcorar otros colectivos, como, por ejemplo,
el de la guardia civil. Pero esto es otro tema y para otro momento.
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Como saben las resistencias europeas, al hilo de la II Guerra Mundial se prolongan desde 1939 a 1945. La española desde 1939 a 1952.
Como inicio y desarrollo, la resistencia española se asemeja más a la del maquisard francés y a la de los partisanos italianos.
Como final a la griega. De Francia provienen muchos de los antiguos solados del Ejército Popular que han combatido en la
Resistencia. Pero en Francia y en Italia y en Grecia hubo un ejército invasor contra el que luchar. En España no, primera y
básica diferencia. Y sobre esa lucha se sobredimensionó el reconocimiento de sus resistencias, con homenajes, declaración
estatal del día nacional, ayudas de todo tipo, hasta lectura obligada en todos los colegios de Francia, durante el gobierno
no muy lejano de Sarkosý, de la emotiva carta de despida antes de ser fusilado del joven Guy Moquêt. Esa sobredimensión claro
está, en Francia tiene como objetivo no escrito el de amortiguar el colaboracionismo del régimen de Vichy, y en Italia, en una
torcedura de tuerca aún más llamativa, el de equiparar, algo que también suena en España, a todas las víctimas por igual, al
incorporar en su homenaje los sucesos de la liberación de Trieste por los partisanos yugoslavos.
En España esta visibilidad resulta imposible, pues ni se gana la guerra, ni se lucha contra un enemigo exterior. Y de ahí las
dificultades de la sintonía histórica con la emotividad asumida y compartida.
En el año 2000 publiqué mi primer y largo artículo sobre un episodio de la guerrilla de Levante y Aragón. Unos dos años
antes ya estaría investigando sobre lo que entonces escribí. Desde aquellos momentos a estos ya han pasado 20 años. En todos
ellos, en todos los días de todos ellos, no he dejado de investigar, dialogar, conocer, exponer, colaborar o escribir
sobre el tema. A estas alturas, y las que preveo, mucha gente lo hará mejor que yo, pero pocas con tanto empeño. No sé si esto es
una declaración de cómo hay que hacer las cosas, pero al menos es una que me ha permitido, y les permite a todos los que puedan
leer o simplemente consultar mis libros, poner nombre, apellidos, rostro y biografía a muchas personas que de otro
modo, a pesar de su legado, nadie recordaría. Y no lo digo por méritos propios, sino por convicción: al estilo y homenaje a
(Irene Nemirovsky), novelista ucranina de origen judío, asesinada en Auschwizt en 1942, porque pienso, como ella, que
“mantener el recuerdo es una responsabilidad heredada”.
En todo este tiempo, no es cuestión de detallarlo aquí, y a modo de resumen, leí y sigo al tanto de todos los libros que se iban
publicando sobre el maquis, pasé muchas horas en consultas de diversos archivos, hablé con muchos de los protagonistas, estuve
presente en muchas Jornadas y tertulias, conferencias para visualizar de manera activa la importancia del movimiento
guerrillero antifranquista, escribí artículos y publiqué libros. Hago esta referencia para incidir en algunos aspectos que
últimamente, en la rehistorización del maquis, y de la memoria histórica en general, creo que se están desactivando por quien
no debiera y de forma inconsciente, gratuita, tal vez hasta egoísta, cuando se desdeña lo concreto y se enfatiza lo
abstracto y generalizante. Debería entenderse que toda fórmula no es sino un camino para alcanzar una meta, en este caso de
memoria, reconociendo que toda memoria es historia, y que toda historia no tiene por qué ser memoria, al menos si deviene en
discurso de poder, político, religioso o económico, ese que precisamente siempre ha negado una escritura desde abajo. La que
corresponde a muchos colectivos sociales, a las mujeres, los obreros, emigrantes, activistas, a los maquis.... Además, la
memoria tiene una función terapéutica, si se la quitamos, entonces semeja un libro de historia a secas, bueno o malo, pero
simplemente de eso, de historia. Libro para estanterías, y bibliotecas, investigaciones, estudios, esa frontera
metodológica del conocimiento. Pero, qué sentido tienen los datos, los nombres, los hechos cuando ya no recordamos.
Se suele criticar la abundancia de estudios biográficos o de relatos de hechos, y hasta políticos sobre el maquis, donde no
se olvide, el ser humano es el sujeto histórico. Se echan en falta, por quien así se posiciona, otros enfoques más
socioculturales, simplemente sociológicos y antropológicos. Por ejemplo su análisis como conflictividad campesina y todas sus
variantes, las tipologías de forma de lucha, como también, aunque no se atreven a decirlo porque ellos tampoco lo analizan,
a su escasa comparación entre registros de acción, posicionamiento y relaciones entre las diversas Agrupaciones. Y
es verdad que han proliferado los relatos de hechos. Pero aún así, se nos acusa, cuando de manera tosca se nos copia y ni
siquiera se nos cita, y no sé porqué, cuando en ningún caso hemos, hasta hoy hemos cuestionando sus postulados, de ser meros
acumuladores de casos, sin casuística de acción y evolución de la misma. Desconozco en profundidad sus razones, me temo que,
muchas de ellas tan sólo tengan que ver con la acumulación de créditos, y la adquisición de experiencia en esos programas
informáticos que componen esquemas y perfilan gráficas.
Es verdad que nos reconocen valores importantes, aunque de manera tangencial, cuando resultan claves para la comprensión
adecuada del maquis, como los de haber descrito la vida cotidiana en la sierra, atendido al papel de las mujeres en la
guerrilla, destacado la importancia de los enlaces, o haber contribuido a la permanencia de la memoria guerrillera a través
de los testimonios. Que no es poco. Aunque se olvidan de otros no menos valiosos, seguramente dentro de los desplantes entre
historiadores y geógrafos, como la destacada presencia del paisaje que recupera identidad a través de rutas, campamentos,
masías, etc.; servir de base informativa para muchas exhumaciones o ser fuente para la recreación narrativa, entre
otras no menos valiosas, sin olvidar la recuperación de fuentes, tanto orales como escritas. Y de algún archivo importante se
habla en mi libro y cómo se localizó. O incluso, en menor medida, pero atención a los pequeños cambios, pues sobre ellos
se construyen los grandes, la sugerencia de la despoblación rural utilizando como moneda el maquis o la transformación de
modos ferroviarios por la incidencia de las acciones guerrilleras sobre dicha infraestructura.
Pero ese deseo de criticar todo o casi todo lo hecho, o hasta silenciarlo, que es lo que más desconforta, aunque no esté lejos
de la propia esencia del maquis, como salto mortal interno, ironía suprema de su propia condición, y que últimamente viene
surgiendo en los Departamentos universitarios de las Facultades de Historia (Valencia, Madrid, Castilla La Mancha), no es de
recibo, porque si aplicamos sus mismos principios de análisis, veríamos que hacen metodología de lo obvio, copian de lo que
otros hemos hecho, y llegan tarde casi a todo, reducen lo que debería ser su propia tarea de historiadores a una mera pirueta
final de establecer procesos. Pero para esto último, a todas luces necesario, primero hay que conocer los hechos.
Creo que podríamos entendernos si pensamos como los clásicos que todo libro tiene su lector, que toda historia cuenta con su
narrador y su protagonista, y el maquis está lleno de libros y de historias, de lectores y de sujetos históricos. Y que la suma
cuenta, la resta empobrece.
No debería insistir en esto, pero como en algún caso me he sentido aludido, quisiera dejar claro que todo proceso de
investigación histórica tiene diversas fases que hay que cumplir de una manera mecánica, precisa y solvente. Teniendo presente
que la universidad no crea abogados, ni historiadores ni novelistas, lo que crea son licenciados. La práctica está en la calle.
La documentación escrita es muy numerosa, está muy repartida y conlleva mucho tiempo y tesón físico y económico el consultarla.
Además, todavía hay muchos documentos sin localizar, que aunque se pueden deducir de otros paralelos, es imprescindible tener
acceso a los mismos para poder cotejarlos con los que se conocen. Las fuentes orales ya están prácticamente agotadas. Y
esto, a partir de ahora, es un drama. El concepto de memoria histórica donde se acomoda el acerbo del maquis, queda
incompleto sin este referente oral. El oído y el recuerdo son su cuna. Desgraciadamente los protagonistas ya casi todos han
fallecido. Yo conocí a bastantes de ellos, que me honraron con su amistad. Y puedo decir que al menos editamos sus memorias,
elemento de sustitución de relato, sin más. A veces, me asalta un pensamiento, como memoria compartida: cuando me llaman para
participar en algunas charlas sobre la guerrilla, creo que lo que quieren es que les hable de ellos.
Tras leer, analizar, contrastar, escuchar, comparar, cabe teorizar, escribir y comunicar. Algunos hacen bien una cosa una
vez, otros, como diría el gran Beltort Brecht, lo hacen siempre, y estos son los imprescindibles. No basta con escribir un
cuento, porque al final uno corre el riesgo de vivir del cuento.
También he leído que se nos acusa de afrontar el tema como víctimas de la represión, llenos de emotividad, y como
comprometidos con la visión de los que lucharon contra la dictadura, y que, aun siendo legítimo, no hayamos afrontado
temas delicados dentro de la complejidad de la guerrillas: como el de los traidores, el stalinismo, los intereses personales,
los desertores, los límites entre la resistencia y otros modos violencia más social. Es un honor el de sentirnos comprometidos,
y más que posible la visión subjetiva, como también es seguro, que muchos de los que así opinan simplemente no nos han leído.
Si lo hubiesen hecho, habrían sabido que algunos hemos sido de los primeros en afrontar abiertamente dichos aspectos, y al
respecto, alguna vez ya me referido a la pregunta que sobre uno de estos temas me realizase el propio Santiago Carrillo.
Hecho este preámbulo, que a estas alturas considero necesario dejar claro, no está demás recordar lo obvio: la guerrilla
antifranquista cubre un periodo histórico que va desde 1939 a 1952, con al menos dos etapas bien diferenciadas a nivel
nacional, desde 1939 a 1942, época de huidos, y desde 1943 a 1952, el tiempo de las Agrupaciones. Aunque en este último
tiempo, a su vez, bien se podrían marcar otros tres periodos, con 1944, el Valle de Arán, 1948 y la lucha armada con
predicamento comunista en su dirección, y en 1952, la retirada final.
En casi todas las montañas de España surgió el maquis. Galicia, León, Cantabria, Andalucía, Sistema Ibérico, Extremadura, Montes
de Toledo, y hasta en las llanuras manchegas. La ecuación represión – resistencia, adquiere ahora pleno dominio. En una
primera época más de supervivencia e incluso también más cercana a la contienda social que a la de la militancia política. Con
entornos locales, y familiares, donde hasta pudieron camuflarse meros hábitos de delincuencia privada y hasta tradicional. En el
AGLA habría que tener muy presente, como especificidad que sus protagonistas se hallan sumamente politizados, pues la guerra
civil ha terminado en sus costas y, salvo las detenciones, juicios y libertad condicional desde 1945 en muchos casos, no ha
habido tiempo para la desertización política de manera absoluta, ni externa ni mucho menos interna.
Esta situación, que nos proporciona pautas de comentarios posteriores, va a condicionar el tipo de personas que se
integren en la guerrilla y no a la inversa, de manera que bien podría decirse, y hasta aceptarse, que el maquis no es un
movimiento social, sino rural. El paisaje es el condicionante. Incluso los guerrilleros de ciudad, la guerrilla urbana, y la de
Valencia está a falta de estudio, terminarán integrándose en la causa, un buena teoría para demostrar, de la montaña.
Pero el paisaje también tiene su identidad. No conozco a nadie a quien no le pregunten dónde ha nacido, cuál es su pueblo. Está
en su DNI. Ni relato que no se asiente en un territorio. En un lugar de la Mancha “de cuyo nombre no me acuerdo” nació el
soñador don Quijote, de allí salía y allí volvía, hasta para morir, apaleado o encantado antes, pero también asumiendo sus
convicciones e ideales. El paisaje nos identifica, y sobre su geografía construimos nuestra vida y nuestra historia. Es por
ello que creer en él es apostar por él. Y en Cuenca el paisaje habitado, está muy desatendido: los romanos, los hoyas, los
castillos medievales, las piedras renancentistas y barrocas, ¿y los actuales?. ¿Tenemos que esperar a que pasen 100 años para
que entonces sepan que también aquí tenemos vestigios de una época reciente. No solo en la ciudad, sino también en otros
muchos puntos de esta geografía que semeja una palma de la mano.
El maquis es la continuación de la Guerra Civil. Mantiene vivo el ideal republicano, muy al hilo de los acontecimientos de la
II Guerra Mundial, de la actividad política del PCE y de la resistencia francesa. Pero una guerra civil siempre tiene un
carácter íntimo y traumático. Y su memorización histórica siempre es conflictiva. Muchas veces, tenemos que reconocerlo,
no suele ser la búsqueda de la verdad su fin, sino el de la búsqueda de una legitimidad y de una reparación. Y esto no tiene
por qué ser criticable, simplemente ha de tenerse en cuenta, como que las ecuaciones historia y memoria por un lado, y
represión y resistencia por otro, aquí van unidas. Pero cómo se gestiona públicamente el legado de emotividad recluida de los
vencidos.
Las sociedades que han pasado por un periodo traumático tienen cuatro maneras y tiempos de afrontarlo (Stathis Kalyvas):
1. |
El de la exclusión de la memoria
colectiva, que se da cuando la historia la escriben los
vencedores. |
2. |
La del silencio, que se aprecia cuando
los protagonistas o sus descendientes, se decantan por esta
opción en pro del consenso, como acaeció durante la
Transición. |
3. |
La inclusión. Se utiliza la memoria
colectiva para una reconstrucción selectiva del pasado. Como
en Francia e Italia para minimizar su colaboración con los
nazis. |
4. |
La del conflicto. Cuando se desafía la
visión dominante y se intenta esclarecer lo sucedido
asumiéndolo. |
Y en esta última estamos. Pero qué mejor forma, necesaria, para visualizar el conflicto que contar los hechos, en su pluralidad.
A modo de símil: en un juicio, los acusados y los testigos reciben preguntas y preguntas sobre los hechos a juzgar, y no
sobre la teoría de los hechos, son los hechos los que se valoran, pero primero hay que conocerlos, sino, la sentencia
final puede ser un auténtico fiasco. Esta es la línea correcta. Más tarde, desde otras esferas y puntos de vista, podemos
teorizar sobre los modos de la justicia, sobre el sistema procesal, pero la base está en lo anterior, en lo que sucede
dentro de la sala, en lo que aconteció en el día a día de las gentes, de los guerrilleros, los enlaces, las personas y
familias con las que convivieron, los que los perseguían, los que estaban jugando a las cartas en el bar cuando ellos entraron
en el pueblo, el estraperlista que comerciaba con ellos, el médico que atendía sus urgencias, el chiquillo que saltaba por
una ventana para avisarles de la llegada de los civiles, todas las mujeres, madres, esposas, hijas, hermanas, novias,
sufrientes y silenciosas.
Como, os decía, hacia el año 2000 publique mi primer artículo, en la magnífica revista que dirigía José Luis Muñoz, Olcades.
Para entonces llevaba ya un tiempo informándome sobre el tema. Las memorias de Emencio Alcalá “Germán” fueron el inicio de mi
larga labor de investigador sobre el maquis en Levante y Aragón. Años más tarde, entre 2006-07, con la complicidad de otro
estupendo amigo, Ramón Herraiz, quise que se editara en Cuenca mis dos tomos sobre el AGLA. Fue una decisión no económica, sino
política, donde actuó el maquis deberían de historiarlo. Y sigo en ello, de hecho ya, con bastantes años a cuestas, sigo
acudiendo a pequeños pueblos de Cuenca, del interior de Valencia, Teruel o Castellón. Las capitales, como Madrid,
Barcelona, Valencia tienen suficiente mercado de investigadores.
En mi libro había un apartado más que necesario para la consulta del mismo. En los apéndices finales se incluían largas listas
con nombres de lugares y de personas, singularizados los de los guerrilleros. Muy útil, inclusive para mí mismo. Como saben, he
seguido investigando, participando en jornadas, admiro a las de Santa Cruz donde siempre me tratan estupendamente y donde no
puedo dejar de pensar en Pedro Peinado, y escribiendo en la página web Entremontes, con Óscar Serrano, aunque desde un
tiempo me hallo algo más volcado en la visualización de la posguerra: Vega del Codorno, Tragacete, Hontecillas, me gustaría
que se publicara el cuaderno escolar de Maruja Bautista Moya (Benache de Alarcón), y que se reconociera el cuerpo anarquista, se
destacara más el valor de las mujeres durante la República en Cuenca, se se supiera con certeza si los niños muertos en la
cárcel, fue así o simplemente fueron robados, un retrato de esa infancia en la posguerra es más que necesario, en fin son tantos
temas, de lucha contra el oprobio, que sólo pensar en los que opinan que no se debe hurgar en las heridas, da mala sangre.
De aquellos listados con el tiempo, dado que he ido acumulando más datos, nombres y fotografías, surgen estos dos libros de
ahora, diferenciados. Uno sobre guerrilleros, y otro sobre enlaces. El de los guerrilleros son pequeñas minibiografías; el
de los enlaces, por pueblos, momento en el que fueron detenidos, referencias familiares, laborales, suerte diversa. Hay muchos
detalles que se explican en las introducciones. Como los límites temporales de sus contenidos y la base archivística de su
documentación. No voy a remarcarlos aquí, pues resulta repetitivo, lo que si quiero enfatizar es la importancia del
nombre y de la imagen. El peso y el poso de su inclusión remiten y refuerzan una realidad común de la existencia y del recuerdo:
la del nombrar y situar el rostro de la persona a su lado. En los DNI o en las lápidas del cementerio, como en la escuela, la
familia, las orlas, las celebraciones; en definitiva, en la vida y en el recuerdo. En esta historia presente, cobran sentido los
nombres y los rostros. Lo que no se nombra no existe, lo que no se recuerda se olvida.
Ha sido una constante en mi trabajo, desde sus más lejanos tiempos, la de poner nombre y rostro, en vida y en muerte,
fundamentalmente a los guerrilleros y a los enlaces a quienes se les aplicó la ley de fugas.. Lo he ido consiguiendo, lo sigo
intentando. Si no se me olvida y tengo tiempo, y la paciencia de ustedes, les referiría dos casos, el de “Tobárix” y el de
“Paisano”, también el de “Tarzán”. Son listados básicamente de gente identificada en los archivos militares y policiales.
Mayoritariamente están los que fueron detenidos, o se les abrió expediente judicial. Faltan muchísimos, y será muy complicado
completarlos al cien por cien, todos los que no pasaron ante el juez militar: los que no se descubrió su labor de ayuda a la
guerrilla, los nombres de muchos de los familiares, sobre todo en los rentos, que también colaboraron pero de los que sólo se
detuvo al cabeza de familia o algún hijo mayor, los que tan sólo estuvieron y sufrieron lo suyo en los cuartelillos, los menores
de edad de cuyo seguimiento falta toda una básica y amplia investigación, al menos.
Un apartado destacado hace referencia a origen social de las gentes nominadas. Claro está, dentro de este formato de esquema,
como de una necesaria base de datos para luego emprender mejores estudios. Base de datos, personal, en origen, pero que yo
considero que debe ser pública y casi a un precio de imprenta. De ahí su edición. Que además espero que me ayude a resolver un
problema con el que llevo un tiempo encontrándome, y es el de muchas consultas que se me hace sobre estos nombres citados en
estos dos libros. Pues, nada, ahí está lo que sé.
Sobre el origen social de las gentes nominadas, vemos un panorama y un clima de pobreza, desde donde se activa la
ecuación represalia resistencia. Aquí también está presente el sentido de odio al franquismo por padres en la cárcel, un
retorno difícil, cuando no traumático, el duro control posterior tanto oficial como social, los años 1944 a 1946 como los más
concretos para esta coyuntura, precisamente los del asentamiento del maquis en el Sistema Ibérico, la base y conciencia política
adquirida durante la República y la guerra civil en los sitios donde hubo tanto colectivizaciones como Consejos de
administración de fincas incautadas; el hambre, racionamiento y estraperlo; las secuelas individuales de la cárcel vividas en
primera persona o en familiares próximos, el espacio de exclusión histórica que el territorio rural ha supuesto para sus
habitantes con múltiples carencias, la propia estructura familiar, los destierros y purgas...; no hay un discurso único
por más que se busquen modelos interpretativos actuales o lineales. El maquis es un tejido de esponja.
Son dos libros de ediciones muy cortas, que, mientras dependa de mi, se actualizan. Eso tienen de positivo, aunque de vez en
cuando haya que gastarse diez euros en su compra. De todas las formas, no preveo más de tres ediciones. Quise publicarlos en
Diputación de Cuenca, el último año antes de que empezará a gobernarla el PP. Sus políticas sobre la memoria histórica son
un despropósito, sus políticos nunca pasarían de la primera ronda de un pasapalabra de primaria de postales, y así nos va.
Siguiendo en el monte de la lucha por, hasta, por el reconocimiento de sus propios abuelos de los que ellos mismos
reniegan. Si supieran que los apellidos se enredan como riachuelos de sangre, que son una cuenca de fervor continuo, si
leyeran, si estudiaran historia. Estudia historia les diría. Algún sencillo intento de publicación también hice en la de
Valencia, hace meses. Sin ninguna respuesta. De todas formas los modelos editoriales de las instituciones públicas se deben a
moldes fijos, no suelen tener una segunda edición, y su distribución tampoco es que sea exitosa, las librerías
comerciales rehuyen de ellos. De ahí la permeabilidad de esta edición, mientras se halle en marcha, al menos, por lo que a mí
respecta, durante todo este año. Creo que en las jornadas de octubre de Santa Cruz de Moya, cerraré el ciclo.
A fecha de hoy, 2018, mi visión sobre el presente del maquis se puede resumir en unos pocos axiomas:
1. |
El maquis forma parte de la M.H., pero en los
ámbitos rurales es la misma M.H., y tal circunstancia debe ser un
elemento de identidad, una pauta que vertebre el territorio y la
historia de sus gentes. Y además, que lo una a la base sustancial de
vida y conocimiento de lo que conoce, con mayúsculas, como cultura
popular: al oír y al recordar. |
2. |
Sobre el mismo hace falta mucha claridad,
visualización, enseñanza... El camino que hemos recorrido desde
fuera de ámbitos académicos, durante más de 30 años, ha sido el de
narrar, recordar, conservar la memoria de los hechos. Ahora
corresponde a los ámbitos académicos analizar los procesos, y darles
el soporte de validez social e histórica que requiere para que
trascienda metodológicamente y no se cuestione su razón, más allá de
la propia duda filosófica. |
3. |
La M.H. tiene un componente emotivo de cercanía
que hace del maquis una historia viva. Este aspecto, por el devenir
imperioso del tiempo, empieza a perder vigencia. No obstante ahí
están las memorias y las entrevistas, las fotos, las grabaciones de
los propios enlaces y guerrilleros, que muchos de nosotros hemos
procurado que no se perdiesen. Parece que algunos no han comprendido
el alcance histórico de la guerrilla, no sólo por su tiempo de
lucha, sino, y sobre todo, por su segundo tiempo de lucha, el de su
visibilidad: han sido un ejemplo de memoria viva, de historia viva,
y esto es insustituible, pues emanan conocimiento y comportamiento,
saber, y hacer, para poder estar con principios y cabeza bien alta. |
4. |
A pesar del encorsetamiento histórico que toda
bibliografía supone, no hay que perder de vista su gran legado, y
por ello su modelo de incidencia social y política. |
5. |
Y por último, no hay todavía suficientes obras,
en palabra o en imagen, al estilo de un Cervantes, un Balzac, o el
conjunto galdosiano, que den cuenta de la globalidad, en tiempo,
espacio y personas, de lo que se llama el mundo del maquis. Pero con
el conjunto de las voces de proximidad o protagonismos, tal vez sí
que se pueda entrever sus gran pasión, por la concivencia y la
libertad republicanas. |
De ninguna manera quisiera que estos libros fuesen un archivo de la nostalgia, ni una excusa para represalias. Todo mi esfuerzo de
rememorización del maquis busca tan sólo, además de su conocimiento, mantener vivos sus ideales. Se trata de recoger sus banderas, las
banderas de sus sueños, y seguir caminando con ellas bien izadas. Esto es lo que siempre nos pedían. Seguir siendo sus abanderados.
Hemos de tener claro, muy claro aquí en Cuenca, que son pocos los momentos importantes, por modélicos, en algunos aspectos de convivencia
que nuestros antepasados nos han dejado. Ha habido buenos escritores, políticos, artistas, profesionales, pero sólo en el siglo XX, desde que
la historia es social y participativa e intenta ser paritaria, las personas comunes, los habitantes anónimos también nos han trasmitido
lecciones ejemplares de comportamiento. Que esto no sepan verlo autoridades o nuestros coetáneos es un problema mayúsculo. Entiendo que
esta ceguera está sustentada en una reeducación franquista, de represión militar y adoctrinamiento católico, y con algo de pacatas ínfulas de
poder, para mi, especialmente insoportable en la vitalidad de la propia capital de Cuenca. Todo el acerbo laico que empieza a impregnar la
sociedad civil de los años de la República, a pesar de aquel Crimen de Cuenca de uno de sus primeros gobernadores civiles de 1931, Alicio
Garcitoral, después de abril de 1939 desaparece. Dónde están las aspiraciones, que ya debieran ser realidades de andar por casa, de
igualdad de género, reparto de riqueza, libertades de expresión, trabajo, solidaridad con los que menos tienen y los emigrantes,
enseñanza laica, dignidad de vida... ¿os suena?, pues eso que ahora reivindicamos, es obra de los que nos precedieron, su calle fueron las
trincheras y el monte, y les costó, la cárcel, las torturas, la vida. Por eso nosotros, todos, deberíamos ser ellos. Y tenerlos presentes en
cualquiera de las fórmulas sociales: libros, calles, enseñanza.
Os recordaría unas palabras de los cristianos: ellos fueron los hombres y las mujeres, y los niños, ellos fueron la verdad, en un tiempo de
represión sin límites, y la vida, nuestro consenso político. Porque además, a su costa, este consenso actual, se ha conseguido.
Pero mucho me temo, para terminar, que mis palabras tienen mucho de deseo. Ante el panorama actual de la ley de la memoria con presupuesto
cero donde gobierna el PP, no basta con una cita emotiva del gran poema de Luis Cernuda “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”, ni las profundas
palabras de la carta de la jovencita Julia Conesa, una de las Trece Rosas cuando escribía a su familia la noche antes de ser,
injustísisamente, fusilada aquello de que mi nombre no se borre de la historia; no, no basta. Ante este panorama, porque el pasado es nuestra
herencia, no deberíamos de olvidar, como le he leído a la historiadora Mercedes Yusta, en el prólogo a las memorias de la guerrillera conquense
de La Atalaya, Esperanza Martínez “Sole”, que “tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha
dejado de vencer.”
Luego, estudiad historia, y luchad siempre.
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