LA CAUSA GENERAL
La instrucción de la Causa
General fue el instrumento más decisivo en el intento de dotar de
legitimidad al gobierno rebelde mediante la criminalización de la
República. Ya se advierte en el preámbulo del Decreto de 26 de abril de
1940. El objetivo, encomendado al Ministerio Fiscal, es un modo más de
pretender justificar la subversión armada. “Poseer una acabada y
completa información de la criminalidad habida bajo el dominio
marxista”. Y el medio empleado se describe claramente en el artículo
Primero de dicho Decreto que ordena la instrucción de la Causa General
“en la que se reúnan las pruebas de los hechos delictivos cometidos en
todo el territorio nacional durante la dominación roja…”. Otro dato
significativo es encomendar esta tarea al Fiscal del Tribunal Supremo y
a los que de él dependen, como forma de garantizar la absoluta
complicidad con los rebeldes de un órgano esencial de la Administración
de Justicia.
Como ya es sabido, el
resultado de dicha investigación fueron once Piezas que abarcaban todos
los aspectos de lo que se entendía como “delincuencia marxista en todo
el territorio español”. Aquí nos interesa destacar la Pieza Quinta,
titulada “Justicia Roja”, “sobre la constitución y actuación de los
Tribunales Populares Especiales de la rebelión, de guardia y de
urgencia, y de la depuración y represión de los funcionarios de
justicia. La Pieza se basaba en la documentación judicial procedente de
los Tribunales Populares y, juntamente, con las causas judiciales,
sentencias y ejecución de las penas impuestas, se ocupaba de los
funcionarios que formaron los tribunales y trabajaron en ellos .
Según la citada Pieza figuraban como “acusados” 18 personas
“supuestamente colaboradoras con el Gobierno Republicano”, respecto de
las que constan en las investigaciones históricas realizadas los
siguientes datos: “Jueces, como el de Instrucción de Chinchón, Jesús
Muñoz y Núñez de Prado eran acusados de haber mantenido una «actitud
puramente pasiva» ante los «desmanes cometidos por la horda roja»”.
Sobre otros pesaban imputaciones teóricamente más sólidas por haber
ocupado cargos importantes en la zona roja durante la Guerra. Así
ocurrió con los Jueces Francisco Javier Elola, Demófilo de Buen Lozano o
Mariano Gómez González. Los funcionarios judiciales más perseguidos
fueron aquellos que intervinieron en tribunales populares y jurados de
urgencia. Ahora bien, al concluir la guerra todos ellos estaban
virtualmente condenados a muerte, por lo tanto, “el único camino que les
quedaba para eludir su trágico final era la huída al extranjero si es
que aún no lo habían hecho” .
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