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La paz empieza nunca
Director: León Klimovsky
País y año: España, 1960
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ficha

Elena Merino. Investigadora. Historia del
Cine. Universidad de Barcelona
Título original: La paz empieza nunca
País y año: España, 1960
Director: Klimovsky; León
Compañía productora: CIFESA Producción (España) - Jesús Saíz PC
(España)
Argumento: basada en la novela de Emilio Romero
Guión: Romero, Emilio; Almendros, Domingo; Saíz, Jesús;
Domínguez, Enrique;Martín, Leonardo; Klimovsky, León.
Director fot.: Torres, Ricardo. (Blanco y negro- Cinemascope)
Música: Halffter, Cristóbal
Duración: 120 minutos
Intérpretes: Marsillach, Adolfo; Velasco, Concha; Lirio, Carmen
de; Casaravilla, Carlos; Jaque, Kanda; Casas, Antonio; Puente; Jesús;
Laso, Mara.
Distribuciones: Compañía Industrial Film Español SA
datos del expediente

Empresas productoras: Compañía Industrial Film
Español, SA (España)
Empresas distribuidoras: Compañía Industrial Film Español SA
Fecha de autorización: 19-12-1960
Ámbito de exhibición: salas comerciales
Versión y lengua: original
León Klimovsky

Nació en Buenos Aires (Argentina) en 1906 y murió en
Madrid en 1996.
De origen ruso, se doctoró en Medicina y ejerció
profesionalmente como dentista durante quince años. Abandonó esta
actividad por el cine, al que había sido aficionado desde pequeño,
fomentado porque su padre era proyeccionista en una sala. En 1929 fundó
el cine-club “Cine-Arte”. Durante largo tiempo trabajó también como
periodista, crítico de cine y comentarista radiofónico; en este medio
dirigió el programa “Diario del cine”, que obtuvo un gran éxito en
Argentina.
Se inició en el cine profesional dirigiendo algunos
cortometrajes y, después, como ayudante de dirección de Pierre Chenal,
Lapzeson y Rouando Fustimaña.
En 1947 realizó su primer largometraje, “El jugador”,
inspirado en Dostoyevski, al que siguieron casi ochenta realizaciones,
en una carrera que abarcó casi cuarenta años. En 1949 vino a España a
rodar su segundo largometraje “La guitarra de Gardel”. Tras unos años de
trabajar de un lado a otro del Atlántico, se estableció definitivamente
en Madrid, en 1955. Fue a través de su participación como actor en “Yo
la vi primero”, de F. Fernán-Gómez, como consiguió la nacionalidad
española. Desde entonces, y a pesar de unos orígenes ciertamente
prometedores como “Suburbio” (1952), buena transcripción neorrealista al
cine argentino, o “El túnel” (1952), solvente adaptación de la novela de
Ernesto Sábato, su nombre se ha venido identificando con el cine más
directamente comercial. Como confesó el mismo: ”Yo hago películas de
todo tipo porque vivo de eso. He hecho westerns, películas de guerra,
incluso subterror. El cine es muy amplio en sus posibilidades, es una
fábrica de productos y, si uno se considera obrero, tiene que conocer el
oficio y procurar hacer las cosas lo mejor posible” (1).
Cineasta seguro y de buen pulso narrativo, su
carrera, rentable en verdad para los productores, se orientó no obstante
hacia la facilidad y la carencia de cualquier ambición, lo que lastraría
una trayectoria que su buen oficio parecía augurar. Cultivador de todos
los géneros y subgéneros del cine español entre mitad de los cincuenta y
finales de los setenta, hasta el punto de poderse identificar sus
títulos con cada una de las corrientes y tendencias en boga de cada
momento, realizó thrillers (“Miedo”1956), comedias costumbristas (“Viaje
de novios”1956), biografías (“Salto a la gloria”1959), desatados
melodramas (“Ama Rosa”1960), películas a favor del régimen (“La paz
empieza nunca”1960), musicales oportunistas (“Escala en Tenerife”1964),
films infantiles (“La colina de los pequeños diablos”1964),
spaghetti-westerns (“Dos mil dólares por coyote”1965), películas de
aventuras africanas (“En Gentar se muere fácil ”1967), de guerra (“Junio
44:desembarcaremos en Normandía” 1968), y sobre todo de terror (“La
noche de Walpurgis”1970), incluso en sus variantes paródicas (“El
extraño amor de los vampiros” 1975). En el ocaso de su carrera, también
vinculó su nombre con las películas sexys (“Odio mi cuerpo”1974).
En suma, Klimovsky, sin lograr nunca un triunfo
multitudinario, ofrecía productos que podían, cuando menos, recuperar la
inversión. Su obra cinematográfica tiene, por su servidumbre a las modas
del momento, un importante valor sociológico, ya que a través de ella
pueden estudiarse los gustos del público. En cuanto a los valores
estrictamente cinematográficos, son escasos.
Filmografía
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1947: |
El jugador |
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1949: |
La guitarra de Gardel |
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1950: |
Marihuana |
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1951: |
Suburbio La vida color de rosa El pendiente |
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1953: |
El conde de Montecristo Tres citas con el destino (co-D
con Florián Rey y Fernando de Fuentes) |
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1954: |
El juramento de Lagardere El tren expreso |
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1955: |
La pícara molinera |
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1956: |
Miedo Viaje de novios |
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1957: |
Los amantes del desierto (co-D con Alessandrini, Frenando Cerchio y Gianni Vernuzzio) |
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1958: |
SOS, abuelita El hombre que perdió el tren |
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1959: |
Salto a la gloria Llegaron los franceses |
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1960: |
Ama Rosa Un bruto para Patricia
La paz empieza nunca La danza de la fortuna
Horizontes de luz Y el cuerpo sigue aguantando |
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1962: |
Ella y el miedo
Escuela de seductoras Torrejón city
Todos eran culpables |
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1963: |
Fuera de la ley |
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1964: |
Aquella joven de blanco
Escala en Tenerife La colina de los pequeños diablos
Los siete bravísimos |
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1965: |
Dos mil dólares por un coyote Una chica para dos |
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1966: |
Alambradas de violencia
El bordón y la estrella Pochi dollari per Djando |
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1967: |
En Gentar se muere fácil
Un hombre vino a matar Pagó cara su muerte |
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1968: |
El valor de un cobarde
Junio 44: desembarcamos en Normandía Operación Romel
El puente sobre el Elba |
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1969: |
Tierra brava No importa morir |
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1970: |
Los hombres las prefieren viudas
Un dólar y una tumba Reverendo Colt
La noche de Walpurgis El hombre que vino del odio |
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1971: |
La casa de las chicas Un dólar para Sartana |
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1972: |
El Dr. Jekyll y el Hombre Lobo
La rebelión de las muertas La saga de los Drácula
Los espectros de Tolnia La orgía nocturna de los vampiros
Manos arriba, cadáver, estás detenido |
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1973: |
Odio mi cuerpo Una libélula para cada muerto |
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1974: |
El mariscal del infierno |
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1975: |
La muerte de un quinqui
Planeta ciego El extraño amor de los vampiros |
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1976: |
El talón de Aquiles
Tres días de noviembre Gritos a medianoche
Secuestro El último deseo |
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1977: |
El transexual
El trauma ¿Y ahora qué, señor fiscal? |
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1978: |
La doble historia del Dr. Valmy Laverna |
La paz empieza nunca

La paz empieza nunca narra la trayectoria política y
personal de Juan López, desde que empieza la guerra civil española hasta
los años del aislamiento de la Dictadura. En la España de 1936, López
participa en las clandestinas actividades políticas en contra de la
legalidad republicana. Cuando estalla la guerra, el joven falangista
consigue escapar del pueblo y alistarse en el bando insurrecto. Acabada
la guerra, Juan se emplea como funcionario en el Ayuntamiento de Madrid,
pero, años después, un antiguo compañero de armas, Mencía, que ahora
ocupa un oscuro cargo político, le solicita para que participe de forma
anónima en una operación policial secreta, encaminada a exterminar las
partidas de maquis que operan en Asturias. Juan acepta la misión. Para
llevarla a cabo, se infiltrará en un grupo de guerrilleros y así se
acreditará como el elemento subversivo capaz de proporcionar a todas las
partidas un plan organizado susceptible de unificarlas en aras de unos
objetivos político-militares comunes.
León Klimovsky dirigió, en 1960, La paz empieza
nunca, basándose en la novela homónima de Emilio Romero, más o menos
inspirada en un caso verídico y galardonada con el Premio Planeta. El
proyecto del director argentino distaba mucho del resultado final. Él no
pretendía difundir ni exaltar el fascismo fanático de la novela de
Emilio Romero, sino sofocarlo e incluso cuestionarlo. Pero la Junta de
Clasificación y Censura llevó a cabo un largo proceso de reajuste
ideológico y depuración política sobre el proyecto de Klimovsky, que se
inició con una serie de amputaciones y retoques en el guión (supervisado
por Emilio Romero) y que culminó en numerosas supresiones, en cuanto a
imágenes, y modificaciones y añadidos, en los diálogos. En este proceso
intervino también el mismísimo Ministerio del Ejército, según él, para
“encuadrar mejor la acción dentro de las circunstancias históricas en
que se desarrolló, a fin de que quede más clara ante el público la
justificación en la lucha de aquellos hombres que expusieron su vida
impulsados por unos ideales que, en definitiva, no son otros que los
eternos ideales de España” (2).
El resultado final es una de las películas más agresivas de la
filmografía franquista del maquis, en la que tanto el director como el
protagonista (un Adolfo Marsillach de quien entonces ya se conocía su
talante antifranquista) se preguntaban “¿Qué hacemos nosotros en una
película tan fascista?” (3).
A pesar de tantos esfuerzos por reproducir el discurso franquista en el
film y de obtener, por supuesto, la categoría de Interés Nacional, La
paz empieza nunca no terminó de convencer a Franco, quien, tras una
proyección privada, comentó al realizador “Está bien hecha, pero no me
gusta” (4).
También fue desdeñada y rápidamente olvidada por el público (a pesar de
que la prensa diaria no cesaba de ensalzarla).
La utilización del cine como medio de aleccionamiento
de la población por parte del régimen franquista queda manifiesta en
esta película. Su intencionalidad se evidencia ya en la primera escena,
cuando una voz en off nos presenta al personaje de López y nos introduce
el film diciendo: “Este es un relato sincero y emocionante de una
generación española de hombres jóvenes, que arriesgó un día su
existencia, con la ilusión de poner a su pueblo, amagado por la ruina,
otra vez en pie. López quería una nación unida, una justicia social y
una patria libre. Un millón de muertos caben en esta historia”.
El mensaje que inicia la narración se va concretando
a lo largo del metraje con la presentación simplista que la película
hace sobre las dos Españas: la primera la representaría el personaje de
López, y sería la España de los buenos valores, la España franquista.
Una de las escenas que mejor la ejemplifica es la que transcurre en un
furgón que conduce a un grupo de falangistas al paredón; todos ellos se
cogen las manos en señal de solidaridad. La otra España quedaría
representada por Dóriga y el resto de la partida de maquis, y sería la
España violenta, cruel y, por supuesto, roja.
La guerrilla antifranquista se sitúa en los años en
que tuvo lugar el aislamiento internacional de la dictadura, durante la
década de los cuarenta, cuando los maquis todavía tenían la vana
esperanza de que la intervención de las potencias democráticas liberaría
a España del fascismo. Tal y como dice López “unas partidas armadas,
disciplinadas, darían la impresión al mundo de que la guerra civil no ha
terminado... eso podría justificar, incluso, una intervención en
España”. Esta premisa acusa directamente al comunismo de querer provocar
la intervención extranjera, lo que justifica la vuelta del protagonista
a un combate que se presenta como prolongación del que López había
desempeñado ya antes, en la guerra civil, tomando, así, un claro
carácter de cruzada. De ahí que decida hacerse pasar por comunista para
infiltrarse dentro de la guerrilla con el objetivo de contribuir a
desarticularla, pues se muestra convencido de que “no debe haber más
luchas entre españoles”. Esta táctica de infiltración se desarrolló a
partir de 1947, sustituyendo el enfrentamiento directo por la mejora del
espionaje a través del SIGG y de las contrapartidas.
Los maquis son definidos como “enemigos de la paz”.
Son los representantes del comunismo y se describen con un ejercicio de
feroz maniqueísmo: comunistas de gran crueldad antirreligiosa (por
ejemplo, uno de sus jefes no duda en ametrallar a un sacerdote que reza
en el altar de una iglesia); de perversas conexiones extranjeras (como
la emisora-enlace de Toulouse); o de asesina hipocresía (como la de un
militante que asesina a una chica que trabaja en la barra americana que
él mismo frecuenta).
La paz empieza nunca se detiene en el personaje del
enlace, representado por Dóriga, en este caso intermediario entre los
maquis y los republicanos exiliados en Francia. Los enlaces vivían en el
llano y se encargaban de informar a los guerrilleros sobre los
movimientos de las fuerzas represivas, transmitían las directrices de
las organizaciones políticas, etc.
La película se cierra con un letrero que no tiene
desperdicio “La historia de España la estamos haciendo todos los
españoles: los que ganamos y los que perdieron nuestra guerra. Y para
hacer cosas que dejen en buen lugar a nuestro pueblo, ahora que queremos
ir todos hacia arriba, la paz empieza nunca”. Se trata, por lo tanto, de
una belicosa llamada a proseguir el combate propio de “cruzada”, en
1960, lo que no deja de resultar anacrónico y llamativo para aquellas
fechas. Su discurso rencoroso y anti-reconciliatorio reproduce los
esquemas del viejo “cine de cruzada”, propio de los años cuarenta, y
también los del cine político de la “guerra fría”, característico de los
cincuenta.
Es interesante observar que la película, concebida
desde la trinchera del falangismo más desfasado, surgió en plena
escalada del desarrollismo; es decir, cuando la hegemonía falangista
empezaba a ser desplazada, dentro del aparato estatal, por la renovada
máscara tecnocrática y economicista que se disponía a adoptar la
dictadura. Quedaba así manifiesto, una vez más, que el objetivo del film
no era hablar del maquis, sino más bien utilizar el combate de los
guerrilleros como carnaza retrospectiva para alentar otro combate de
naturaleza muy diferente: una lucha que sólo podía interpretarse en
clave interna, dentro de los diferentes clanes que sostenían el régimen
en 1960 y, por lo tanto, con parámetros contemporáneos a la realización
de la película.
Desde un punto de vista formal, puede observarse una
operación de reciclado cinéfilo, donde determinadas claves de varios
géneros y estilos se encadenan a lo largo del metraje; desde
reminiscencias del buen cine bélico estadounidense y del thriller
carcelario de los años treinta y cuarenta, hasta pasajes de puro cine
negro, elementos de suspense o rasgos del más ortodoxo melodrama-río,
siempre con el común denominador de una estética de la nocturnidad que
guarda un evidente significado metafórico. La magnífica interpretación
de algunos de los actores, así como la sutil ironía mediante la cual, en
varios momentos, se sugiere al espectador que el protagonista no es más
que un pobre imbécil, o cuando menos un infeliz manipulado por las altas
esferas, convierten La paz empieza nunca en uno de los más atípicos,
sugerentes y respetables títulos del cine para-franquista.
Para concluir, me gustaría destacar lo que para mí es
el efecto más importante que la película puede provocar en el espectador
desde una perspectiva actual: precisamente el contrario al pretendido
por el régimen franquista.
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