Nos ha dejado Dulce Chacón. La dimensión de su ausencia ha sido recogida
por los medios de comunicación, subrayando su trabajo en el teatro, en
la poesía y en la novela. Todos conocemos los sentimientos de la
escritora y su compromiso por recuperar la desconocida posguerra civil
española.
Mi padre era poeta y nos recitaba sus poemas en cuanto acababa uno.
Yo le veía con tanta emoción y con tanta pasión que pensaba que eso
tenía que ser la gloria. Empecé a escribir de niña, supongo que por
imitar a mi padre, y de ahí me viene el amor a la literatura, del amor
que le tenía mi padre a la literatura, a la poesía. También se lo debo a
las lecturas de mi madre, porque si mi padre me enseñó el amor a
escribir, mi madre me enseñó el amor a leer, dirigió mis lecturas hasta
que fui jovencita. Ese placer de la lectura y la escritura se lo debo a
mis padres.
Entrevista de Vicente Alapont
http://www.mujeractual.com/entrevistas/chacon/index.html
Ha sido, el suyo, un trabajo solidario, rescatar la memoria de los
olvidados y dignificar la lucha de las españolas y los españoles por su
libertad en los días más crudos de nuestra última historia.
Han sido cuarenta años de silencio. Cuarenta años
dan para mucho, para muchos silencios y para muchos secretos, y para
mucha gente sin poder hablar, no porque no quisieran sino porque es un
silencio impuesto. Yo todavía estoy hablando con gente que se me acerca
y me cuenta cosas con una gran emoción y liberación al poder hablar de
esos hechos.
Entrevista de Vicente Alapont
http://www.mujeractual.com/entrevistas/chacon/index.html
Conocimos a Dulce en el año 2000. Vino a nuestras primeras jornadas El
Maquis en Santa Cruz de Moya. Vino para hablarnos del papel de la
novela, de los escritores y escritoras, de las historias prohibidas y
silenciadas durante la dictadura y la transición.
Yo necesito situarme frente al abismo para escribir, frente a la
orfandad, frente a lo que me inquieta... la literatura me sirve para
hacerme preguntas, más que para encontrar respuestas. Así me conozco a
mí misma y al mundo que me rodea. Escribo desde el vértigo que me
produce el desasosiego, como César Vallejo. Esas sensaciones a lo mejor
no tienen respuestas, pero sí nos hacen plantearnos muchas preguntas que
nos pueden ayudar a ser mejores personas.
Del primer viaje de Dulce a Santa Cruz de Moya, quedó en nosotros una
huella, el eco de una voz clara, sosegada y sincera, que nos descubría
el inicio de La Voz Dormida. Brotó nuestra amistad, nuestra
identificación con el mundo rural y con la historia de la resistencia y,
juntos, conocimos a nuestros amigos de La Comarcal del Jerte.
Escribo siempre por una inquietud personal, y en
esta ocasión necesitaba conocer la parte de la historia arrinconada y
que no conocíamos, pero durante la investigación tuve la certeza que era
una inquietud generalizada. Esto me permitía dar voz a gentes que no
habían podido hablar hasta entonces. Por esto, “La voz dormida” no es un
libro no sólo mío, sino también de los hombres y mujeres que me dieron
con total generosidad sus testimonios.
Entrevista de Antonio José Domínguez
Dulce nos acompañó y animó desde el primer día y, en la segunda edición
de las jornadas, fue la conductora de una mesa de mujeres,
exclusivamente de mujeres hablando de otras mujeres, de sus propias
vidas, reflexionando sobre el papel femenino durante el generalato.
Me encanta estar aquí. El año pasado ya dije que
escribir es mentir, pero que para mentir bien, y eso es lo que yo
intento, se necesita una verdad muy profunda. Yo aquí, el año pasado,
encontré, no una verdad, sino muchísimas verdades. La pequeñas y grandes
historias de hombres y mujeres a los que les han negado contar su
historia y la llevan escrita en la piel y en el corazón.
De aquí me lleve unas ganas enormes y muchísima
documentación para la novela que estaba escribiendo, para que esa que
esa historia que está escrita en la piel y en el corazón la podamos
vivir los demás también.
Será mi pequeña aportación, a esa, yo creo que no
es solo un deseo de conocer nuestra historia reciente, sino una
obligación de conocer nuestra historia. Somos nuestra memoria, también,
y es necesario preservar esa memoria y mimar a esta memoria viva que
viene también a estos encuentros.
Tengo el honor de moderar una mesa donde están
parte de esas pequeñas y grandes historias que yo escuché el año pasado
y parte de esas pequeñas y grandes historias que forman nuestra memoria
colectiva. Dulce Chacón, Santa
Cruz de Moya, octubre 2001.
Remedios Montero, junto a Pepita, Tomasa, Elvira, Manolita y Florián
García, se convirtieron en personajes de La Voz Dormida. Y asistimos al
alumbramiento de una excelente novela.
Yo había oído la historia de una mujer que estaba
embarazada cuando acabó la guerra, la condenaron a muerte y esperaron a
que naciera el hijo para fusilarla. Esa historia me impresionó muchísimo
y empecé a rastrearla, y al rastrear esa historia me encontré con muchas
otras que eran, a lo mejor no tan dramáticas, pero muy bárbaras también.
Tenía hace mucho tiempo ganas de contar la historia que no me han
contado a mí, la historia de los perdedores de la guerra civil española.
Pero es una novela, he tomado parte de la realidad de sus vidas para
darles carne y hueso a los personajes de mi novela.
Entrevista de Belén Sánchez.
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