IV JORNADAS EL MAQUIS EN SANTA CRUZ
DE MOYA. CRÓNICA RURAL DE LA GUERRILLA ESPAÑOLA. MEMORIA HISTÓRICA VIVA.
Santa Cruz de Moya, 2, 3 y 4 de
octubre de 2003.
MILITANTES DE LA LIBERTAD.
OLGA MARTÍNEZ ANTÓN.
En el año 1970 mi abuelo materno vino a vivir a mi
pueblo, ya que había conseguido la plaza de veterinario titular. A
partir de ese momento pasé a ser "la nieta del veterinario", algo que me
enorgullecía porque le adoraba. Pero también empecé a oír comentarios
que mostraban la sorpresa de los vecinos ante el hecho de que el
veterinario era muy buena persona, ¡pero comunista!. Para mí esos dos
hechos constituían sus señas de identidad y no comprendía ese matiz "de
comunista".
Siempre supe que mi abuelo era comunista porque él
mismo desde muy pequeña me había contado que en Francia hubo una
revolución que acabó con el absolutismo, de que en Rusia ocurrió lo
mismo y sobre todo que en España, el 14 de abril de 1931 se había
abierto la puerta de la esperanza, de la democracia, del protagonismo
del pueblo y cómo esa ansia de libertad lo ahogó el fascismo. Me detalló
sus años de cárcel, de sufrimiento, porque si algo le movía era evitar a
toda costa que el olvido se adueñase del pasado.
Éste, creo, era el legado que quería que yo
conservara y a él he dedicado mis investigaciones como historiadora.
Esta ponencia es un ínfimo reconocimiento a él y a todos los
antifranquistas.
Manuel nació el 23 de noviembre de 1911.En el hogar
de Ascensión y Pedro, propietarios de tierras, sus cinco hijos vivieron
una infancia relativamente acomodada, sin lujos pero sin las penurias de
principios de siglo.
La educación de los niños se fundamentó en dos
sólidos pilares: el sentido del deber y la responsabilidad y una nítida
percepción de la realidad social que los padres, lejos de ignorar o
justificar, transmitieron en un ambiente políticamente liberal.
En el caso de Manuel esta semilla germinó al
trasladarse a Córdoba donde había sido destinado su hermano mayor,
Damián, para estudiar Bachillerato. Aquella primera impresión de
necesidad de justicia social va tomando cuerpo teórico cuando tras unos
previos flirteos con el anarquismo, demasiado utópico según él, se
decante por el comunismo.
El paso por la Escuela Superior de Veterinaria le
permite participar a través de su militancia en la FUE en la campaña
electoral que desembocará en la proclamación de la 2ª República
Española.
El curso 1931-32 marcha obligatoriamente a Madrid
para acabar sus estudios y abrumado por el gasto que esto suponía para
su familia, decide matricularse a la vez en 4º y 5º buscando abreviar el
máximo posible la estancia en Madrid. El curso siguiente lo dedica a
cumplir el servicio militar como alférez de complemento. En octubre de
1933 pagó los derechos de Reválida e hizo el depósito de los derechos
del título de veterinario. Ese mismo mes toma posesión de su primer
destino como veterinario interino en Casas de Garcimolina, en la
provincia de Cuenca.
Su paso por Madrid ha hecho posible que conociera a
María, una joven 6 años mayor que él, de la que se enamora perdidamente
y con la que regresa a Santa Cruz de Moya. La pareja, tras las primeras
reticencias familiares, se instala en Landete, donde Manuel, afiliado ya
al PCE, inicia una frenética tarea, no sólo por organizar la
infraestructura mínima del Partido en la zona, sino también para
mantener viva la oposición al cada vez más derechista gobierno de
Madrid.
La campaña del Frente Popular absorbe todo su tiempo,
mientras a casa han llegado en marzo de 1934, Américo y en abril de
1935, Germán.
Al producirse la sublevación militar del 18 de julio,
María está esperando su tercer bebé y Manuel marcha voluntario al
frente. No sólo no hizo valer su condición de alférez de complemento
sino que se presentó a las pruebas para ingresar en la Academia de
Artillería, convencido de que ésta era una forma más eficaz de luchar y
cumplir con su deber.
Destinado al XIX Cuerpo de Ejército, como teniente en
Bezas y como capitán-veterinario en Torrebaja, la superioridad aérea
mostrada por el bando nacionalista en la ofensiva de Teruel y las
inquietantes noticias que llegaban acerca de la táctica represora
aplicada por Franco en las zonas arrebatadas al gobierno republicano, le
decidieron a legalizar su situación con María para evitarle mayores
complicaciones. Así el 8 de diciembre de 1937 contrajeron matrimonio
civil en Santa Cruz de Moya. Tenían dos hijos varones, habían perdido
recientemente una niña y esperaban para enero otra hija a la que también
llamaron Olga.
Con los estertores finales de la República le llegó
la concesión de la medalla al deber en enero de 1939, pero la
precipitación del desenlace impidió que la recibiera.
Derrotado el ejército republicano, Manuel emprendió
el regreso a casa, encogido el corazón, uno más entre las interminables
filas de soldados que vagando por las carreteras ignoraban que las
nuevas autoridades habían puesto en marcha la maquinaria de una
represión perfeccionada durante los 32 meses de encarnizado combate.
De esos días Manuel recordaba la preocupación de su
cuñado Jesús, cabo de la Guardia Civil, fiel a la República, por las
consecuencias que su activa militancia en el PCE pudiera acarrearle. El
5 de abril de 1939 las actas del Ayuntamiento de Landete reflejan que el
veterinario titular ha cesado en su cargo por causa mayor, es decir, ha
sido detenido ya. Con él sus dos hermanos, Nicolás y Damián, este último
telegrafista del gobierno republicano durante su estancia en Valencia,
también han caído prisioneros y su cuñado Jesús fusilado en Paterna.
Se ha iniciado la larga noche del franquismo en el
que el país quedó convertido en una inmensa prisión. Manuel inicia su
periplo en el campo de concentración de Santa María de Huerta en Soria y
a pesar del dramatismo de la situación recordaba la belleza del claustro
gótico en el que se amontonaban los derrotados. En los fríos muros del
Seminario de Cuenca esperó la resolución de un consejo de guerra que le
condenaba, paradojas de la vida, por auxilio a la rebelión a 12 años y
un día.
Los vaivenes de Franco en el transcurso de la 2ª
Guerra mundial, le permitieron beneficiarse de una de las
"benevolencias" con las que el dictador jugaba la baza de los aliados y
abandonó la Prisión Modelo de Valencia en libertad condicional el 23 de
diciembre de 1942. Tenía 31 años y formaba parte de la generación que lo
había dado por hacer de España una realidad diferente.
En octubre de 1945, superado el expediente de
depuración político-social que le admitió al servicio activo,
inhabilitado, eso sí, para el desempeño de cargos políticos o de
confianza, es nombrado veterinario de Santa Cruz de Moya. Y ha sido a
finales de ese verano cuando ha conocido a Delicado y a sus hombres, es
decir, la Agrupación Guerrillera de Levante ha instalado uno de sus
campamentos en la zona. Como él mismo manifestó "no había otra salida
que colaborar de una forma total, consciente los numerosos
inconvenientes, puesto que sus antecedentes políticos le obligaban
moralmente a hacer todo lo posible por quebrantar el régimen
franquista".
La única condición que Manuel impuso a Delicado fue
"que en el pueblo no ocurriese nada" ya que entre los objetivos de los
guerrilleros figuraba, si era conveniente,"el de castigar a aquellos que
se hubieran distinguido por su acción contra las izquierdas".A partir de
ese compromiso, la AGL encontró en Santa Cruz de Moya, sus aldeas y
rentos, uno de sus principales focos de apoyo y esta seguridad es la que
garantizó desde ese verano del 45 hasta el 7 de noviembre de 1949
mantener viva la llama de la resistencia antifranquista.
Manuel se implicó activamente desde el primer momento
desde su compromiso político, pero ¿y el resto de colaboradores?.
Durante la 2ª República, las sucesivas elecciones
convocadas habían reflejado una escasa participación. La inhibición de
la derecha y una fuerte presencia anarquista es la hipótesis que Ángel
Luis López ha elaborado para explicar este hecho. Sin embargo, la Junta
Local de Libertad Vigilada en su censo de 1947 controla a 13 vecinos que
todavía no disfrutan de plena libertad. La guerra civil se convirtió en
el hecho vital determinante, identificador de todos y cada uno de los
españoles y los habitantes de Santa Cruz de Moya respondieron
generosamente en la defensa del gobierno legítimamente nacido de las
elecciones de febrero del 36. No era destacado el nivel de militancia
política activa, ni de afiliación a partidos políticos o sindicatos,
pero las esperanzas que concitó la República sí eran sentidas y eso
explica que cuando aparecieron los guerrilleros llegados de Francia, que
recordaban lo que se había perdido y ofrecían una oportunidad para
recuperarlo, el mensaje llegó profundamente a aquellos derrotados,
implicándose y participando decididamente en la lucha contra la opresiva
dictadura.
La suerte les acompañó hasta la primavera de 1947. En
marzo, Higueruelas sufre la batida de la Guardia Civil y Joaquín
Alcorisa morirá electrocutado en el cuartel de Arrancapinos.
Crecencio López soportó 17 descargas eléctricas y
aunque sobrevivió, falleció al poco de regresar a casa.
El 26 de mayo, día de fiesta local muy significado en
Santa Cruz de Moya, se produjo la detención masiva (más de 50 personas)
y la desarticulación de la red de colaboradores. La contrapartida había
resultado, una vez más, muy efectiva en su cruzada contra los bandoleros
y sus enlaces. El general Pizarro al frente de cinco comandancias de la
Guardia Civil había iniciado una vasta ofensiva contra la AGL. Franco
preparaba el camino hacia el Reino católico, social y representativo, su
particular democracia orgánica. Se sentía fortalecido por una coyuntura
internacional en la que él podía interpretar su papel de bastión
anticomunista.
Antonio Gramsci definió la Historia como la ciencia
que se refiere a los hombres, a tantos hombres como sea posible. Porque
sólo reflejando sus sufrimientos, pasiones, intereses, motivaciones y
esperanzas es posible construir un discurso histórico global. Y todos y
cada uno de los detenidos en Santa Cruz de Moya, en Higueruelas, en
Rinconadas, son protagonistas absolutos de un drama que, si bien les
supera por la virulencia y terror desencadenado, también imprime a los
acontecimientos dignidad ante la tortura y la cruel incertidumbre. Uno
sólo de los detenidos delató a sus compañeros y en el recuerdo lo que
quedó fue el rastro del miedo, de las palizas de muerte a Ramoné o a
Pedro Antón, de los detenidos maniatados en los camiones y la
preocupación por lo que pudiese pasar en el camino.
Una vez ingresados en la Prisión Provincial de Cuenca
"sólo restaba paciencia para cumplir la condena". Manuel pasó por un
nuevo consejo de guerra que esta vez le condenó a 8 años. Ya en
Carabanchel "por si le faltaba algo" el Partido le asignó el control de
la célula de comunes "donde se encontraba lo mejorcito de la cárcel".
Pudo redimir trabajando como auxiliar médico y allí supo de los
acontecimientos desencadenados el 7 de noviembre de 1949. Los
guerrilleros habían subsistido a duras penas, mientras desde el PCE la
política de reconciliación nacional reemplazaba a la lucha guerrillera.
En Cerro Moreno murieron 11 guerrilleros en un ataque
en el que la consigna de la Guardia Civil era "no hacer más que
muertos". Sus cuerpos arrastrados y desfigurados llegaron hasta La
Olmeda donde cargados en camiones fueron conducidos al cementerio civil
de Teruel.
El 10 de octubre de 1951 Manuel abandonó Carabanchel
y en su certificado de libertad condicional, entre otras, constaba la
siguiente instrucción:
"Queda obligado a dirigir por correo, el
primer día de cada mes, un conciso informe referente a su propia
persona, escrito por sí mismo(...) Habrá de ser veraz en sus
informes y con todo interés se le recomienda que evite las malas
compañías y todo lo que pueda conducirle a una vida relajada o a la
comisión de nuevos delitos.
La Junta de Disciplina de esta Prisión así
como las Autoridades superiores y las de la provincia en que va a
residir, se interesan vivamente por su suerte; podrá contar con la
ayuda y consejo de dichas Autoridades y de esta Junta, y en esta
Prisión hallará siempre un lugar de retiro y protección en caso de
desgracia."
No le adjudicarán una plaza de veterinario hasta
1955. Desde aquel remoto octubre del 33 cuando ocupó su primer destino
habían transcurrido 22 años. En ese tiempo, ejerció, contando la guerra
civil, 8 años como veterinario.
La década de los 50 se inició con la entrada en el
selecto club de los amigos de EEUU y con ello Manuel dedujo que la
dictadura sería realmente larga. Por fin el 20 de noviembre de 1975 pudo
abrir la botella de coñac que había comprado al salir de Carabanchel y
bebió la copa que más había deseado.
En las primeras elecciones municipales fue elegido
concejal por el PCE en Chelva. No pudo repetir en las siguientes porque
le faltaron 13 votos.
El curso 1989-90, yo estudiaba 5º de Historia
Contemporánea. Era obligatorio un trabajo de fin de carrera. Lo titulé
Militantes de la Libertad y reconstruía una historia de maquis y
colaboradores en un pequeñísimo pueblo llamado Santa Cruz de Moya. El
pueblo de mi abuelo, Manuel Antón Martínez y de Adolfo Pastor, Clemente
Alcorisa; Joaquín Alcorisa, Teófilo Alcorisa, Gregorio Tortajada, Germán
Sánchez, Justo Argilés, Crecencio López y Amparo Muñoz, muertos en manos
de la Guardia Civil y de los que tuvieron el valor de incorporarse a la
guerrilla, Genaro Alcorisa, Pedro Alcorisa, Julián Ramos, Justo Muñoz y
Emilio Argilés.
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