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lxvii aniversario guerra civil en cádiz
(1936-2003)
Capitán Yáñez-Barnuevo, alma
de la resistencia gubernamental en Cádiz Fue fusilado por su destacada actuación en los
sucesos del 18 de julio de 1936
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RESISTENCIA. El
capitán Antonio Yáñez-Barnuevo de la
Milla
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En Cádiz, al contrario del resto de Andalucía
occidental, donde también triunfó enseguida la sublevación, la
faceta más sangrienta de la maquinaria represiva institucional -los
fusilamientos- no comenzó a funcionar hasta el 6 de agosto de 1936.
Dicha fecha no fue caprichosa, sino fruto de la impaciente espera
del general Gonzalo Queipo de Llano Sierra a que el general José
Enrique Varela Iglesias se marchase de Cádiz.
Desde entonces
y por la Auditoría de Guerra de Sevilla, tal y como denunció por
escrito el 28 de mayo de 1937 el fiscal de la Audiencia de Cádiz,
Felipe Rodríguez Franco, se marcaron las líneas de la represión
ejercida por los consejos de guerra sumarísimos de urgencia. Las
definió como "monstruosidad jurídica" ya que según las instrucciones
recibidas, debía determinarse "en el acto del juicio oral, por la
impresión que en el Tribunal produjese la cara de los procesados,
quienes debían ser condenados y quienes absueltos" e incluso a
priori por ejemplo "el porcentaje aproximado que debían conseguirse
entre las distintas penas que dictara el Consejo".
Tras el
fin en la mañana del 19 de julio de la resistencia gubernamental en
Cádiz, se inició la detención de quienes se encontraban en el
Gobierno Civil, entre los que estaban el gobernador, Mariano Zapico
Menéndez-Valdés; el teniente coronel jefe de la Comandancia de
Carabineros, Leoncio Jaso Paz; el comisario jefe provincial de
Policía, Adolfo de la Calle Alonso, y el capitán jefe de la Guardia
de Asalto, Antonio Yáñez-Barnuevo de la Milla.
Todos ellos
fueron acusados del incongruente delito de rebelión militar al
oponerse a la sublevación, excepto el comisario, quien tras ser
avalado en su oscuro doble juego por el propio gobernador militar de
Cádiz, general José López-Pinto Berizo, fue puesto en libertad y
nombrado delegado de orden público. En cambio el joven capitán
Yáñez-Barnuevo fue leal hasta la última gota de su sangre al
Gobierno de la República, que no tardó en
derramar.
JEFE DE LA GUARDIA DE ASALTO DE
CÁDIZ
La verdad es que no ha quedado, o mejor dicho, no han
dejado mucho rastro documental en los archivos históricos oficiales,
ya que consultada su hoja de servicios en el que tiene el Ejército
en Segovia, sólo constan unas notas del periodo 1927-1935. Menos
información contiene el que tiene en Madrid el Cuerpo Nacional de
Policía, donde sólo obra una carpeta con su nombre pero
completamente vacía.
Entre los pocos documentos localizados,
la paciente lectura de los diarios oficiales y los datos facilitados
por sus familiares, se sabe que era soltero y había nacido el 6 de
enero de 1903 en la localidad sevillana de El Saucejo, así como que
ingresó en el servicio el 21 de abril de 1922 y obtuvo el empleo de
teniente de Artillería el 10 de julio de 1926, habiendo estado
destinado en el 11º Regimiento de Artillería ligera de Burgos y el
1º Regimiento de Artillería a pié de Mérida, donde fue separado
gubernativamente junto a centenares de jefes y oficiales de
Artillería tras el fracaso del movimiento liderado el 29 de enero de
1929 por el ex-presidente del Gobierno José Sánchez Guerra contra la
Dictadura del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja.
El 8
febrero de 1930 se le concedió junto a sus demás compañeros el
reingreso tras la amnistía que decretó el nuevo Gobierno del general
Dámaso Berenguer Fusté, siendo destinado al Regimiento de Artillería
de Costa nº 1 de Cádiz. Tras la proclamación de la 2ª República
prestó, al igual que el resto de los militares que continuaron en
activo, la promesa de adhesión y fidelidad a la misma.
En
mayo de 1932 pasó a la recién creada Guardia de Asalto (cuerpo de
policía uniformada, antecedente histórico de la Policía Armada y
posterior Policía Nacional) prestando sus servicios en Madrid y
Málaga, hasta que tras ascender a capitán fue destinado el 14 de
junio de 1936 a mandar la Guardia de Asalto de Cádiz, por lo que
llevaba tres semanas en nuestra ciudad cuando se produjo la
sublevación.
EL 18 DE JULIO DE 1936
En aquella
calurosa jornada el capitán Yáñez-Barnuevo se convirtió en el
principal hombre de confianza de Zapico y el más activo opositor al
movimiento faccioso en Cádiz. Entre otros hechos, procedió
personalmente junto a sus guardias, a la detención del capitán Julio
Almansa Díaz y del teniente Joaquín Rodríguez Llanos, así como de
varios soldados del Regimiento de Infantería nº 33 de Cádiz cuando
intentaban incorporarse al mismo, trasladándolos al Gobierno Civil.
En el cuartel dejó a su teniente Carlos Díaz Domínguez y a otros
guardias en los que no tenía confianza según manifestó al propio
gobernador, presagio que se confirmaría.
Con aquellos de sus
hombres que consideró más leales organizó y dirigió pistola en mano
la defensa del edificio, contando con el apoyo de unos cuatrocientos
miembros del Frente Popular, parte de los cuales armó con las de sus
guardias, sufriendo los atacantes un muerto y cuatro
heridos.
Tras la rendición del Gobierno Civil sobre las siete
de la mañana siguiente, al llegar al puerto los Regulares de Ceuta,
fue detenido e ingresado en el castillo de Santa Catalina. El 22 de
julio se le incoó juicio sumarísimo nº 82 junto a Zapico, Jaso y el
oficial de Telégrafos Luis Parrilla Asensio, siendo juez instructor
el comandante de Infantería Joaquín Camarero Arrieta.
Durante
el proceso el capitán Almansa declaró sobre Yáñez-Barnuevo "que este
señor fue el alma de la resistencia" y el teniente Rodíguez que "el
capitán de Asalto tomó parte activísima en la defensa del Gobierno
dando armas a los marxistas ordenando que fuesen a ocupar sus
puestos y que economizasen municiones".
El fiscal de la
Auditoría de Guerra de Sevilla, que apreció la agravante de
"perversidad", solicitó en sus conclusiones provisionales la pena de
muerte para todos los procesados, mientras que el defensor de oficio
que se les nombró, comandante de Infantería Tomás Sevillano
Cousilla, a quien sólo se le dio tres horas para estudiar el caso,
solicitó la libertad.
Condena a muerte y ejecución
El
4 de agosto, con el general Varela fuera de Cádiz, Queipo de Llano
ordenó la celebración del consejo de guerra, designando presidente
al coronel Juan Herrera Malaguilla, jefe del Regimiento de
Infantería Cádiz nº 33, y como vocales a los coroneles Pedro
Jevenois Labernade, jefe del Regimiento de Artillería de Costa de
Cádiz nº 1; Julián Yuste Segura, director de la Escuela de Tiro de
Costa de Cádiz; José Solís Ibáñez, jefe del Regimiento de Infantería
Granada nº 6, y José Alonso de la Espina, jefe del Regimiento de
Caballería Taxdir nº 7; así como al teniente coronel Rafael Peñuela
Guerra, también del de Costa nº 1. El vocal ponente y el fiscal
fueron los auditores de brigada Felipe Acedo Colunga y Eduardo
Jiménez Quintanilla, ambos procedentes de Sevilla.
El acto se
celebró en la sala de banderas del Regimiento de Costa nº 1, a las
once horas del día siguiente, dictándose seguidamente sentencia
condenatoria -que destacó la entusiasta resistencia del capitán de
Asalto- siendo inmediatamente aprobada por Queipo de Llano. A las
cinco y media de la tarde del 6 de agosto de 1936, Yáñez-Barnuevo
fue fusilado en el castillo de San Sebastián junto a Zapico, Jaso y
Parrilla por tropas del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas nº 2 de
Melilla. Irónicamente, días después de ser enterrados en el
cementerio de San José, siguieron incorporándose a la causa pruebas
solicitadas anteriormente por su defensa.
Durante muchos
años, los familiares del capitán cerraron en señal de dolor cada 6
de agosto todas las persianas de su casa y hoy día siguen
conservando como una reliquia la carta que escribió minutos antes de
ser fusilado y donde decía "tengo fe en que no pasaré a la paz
eterna sino a otra vida más humana y justa". /JESÚS NÚÑEZ |
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